Frente al fuerte impacto que recibió la economía global como consecuencia del COVID-19, el servicio de comida a domicilio se expandió a pasos agigantados. Como su naturaleza lo describe, este recurso fue el único que dejó sus puertas abiertas para que bares y restaurantes se movilizaran rápidamente hacia sus clientes y continuarán operando.  A pesar de que muchos países no presentaban interés en aplicaciones de delivery, en el 2020 se registraron aumentos en los más rezagados. María Bertorch, experta en la industria de servicios alimentarios en NPD Group, compañía estadounidense de investigación de mercado, expone a los países anglosajones como los protagonistas de este cambio. “En Francia, sólo 6% de los “pedidos se realizaron en entrega” en el 2020, frente a 3% en el 2019. En Gran Bretaña, esta proporción fue del 17% el año pasado, frente al 9% en el 2019”. De igual manera, en una encuesta que hizo Deliveroo, una app de Delivery en España, leí acerca de cómo el 40% de los negocios asociados a la plataforma aseguraban que se hubiesen visto obligados a cerrar en los próximos seis meses si no fuese por la implementación del delivery a su modelo de negocios. Es decir, hoy tuvieran sus puertas